Barbazul

Crítica por CHARLES LONBERGER

(Publicada en The Beverly Hills Outlook)

Esta versión latinizada de Barbazul es la adaptación más lograda de ésta historia al cine hasta la fecha, en ella la cineasta Amy Hesketh sutilmente expande su temática de su ya establecida preocupación con el Control (de uno sobre otro) a la Complicidad.

Hesketh logra esto principalmente por medio del tratamiento a su guión, el que retrata la tragedia irónica de un hombre quién, incapaz de controlar las compulsiones que lo dominan, busca imponer su control sobre otras asesinándolas. Este concepto cobra vida por la superlativa actuación de Jac Avila en el rol del título, en el que imbuye un semblante melancólico a un personaje que es generalmente esbozado como un mero villano.

Este Barbazul está embrujado, un marido en serie con un anillo de compromiso reutilizable. En lugar de simplemente representar a un monstruo, Avila transmite la tragedia de alguien que a “tocado fondo”, y cuyas repentinas propuestas ocultan a un psicópata fuera de control. Pero el entender esto de ninguna manera minimiza la forma escalofriante con la que él identifica y tantéa a sus víctimas, a quienes Hesketh muestra por lo general como salvadas de una mala situación para caer en algo peor.

Ella bosqueja al Cortejo como un Ritual, con provocante veracidad pinta al matrimonio como un acto de “comprar a alguien”, y usa el mecanismo narrativo de Descubrimiento para conectar Eros, o sexo, con Thantos, o muerte. Sus diálogos mezclan el español y el inglés.

Su trabajo de realizadora está asegurado y logrado, sugiriendo, en un plano final, que Barbazul mismo será su última víctima, un tema que se remonta a la primera película de la productora (Pachamama Films, aquí en conjunción con Decadent Cinema) Martir, del 2005, menos el melodrama que la menoscaba. Su visión está sazonada con una agudeza propia de Sternberg (El pedido de Jane “Solo dame un minuto” sirve exactamente el mismo propósito que la observación de Chang “solo tomará un minuto” en Shanghai Express, una referencia que refleja un real inteligencia cinemática, mientras se toma gentilmente el pelo a sí misma. Es extremadamente intrigante considerar como escogió la posición de la cámara, al observar su perspectiva omnipotente de la subyugación de su propio personaje, algo que sugiere el desplazamiento creativo de uno mismo.

Como directora, Hesketh minimiza la personalidad individual, pero hace hincapié en su función, al resumir la compulsión como un ritual (con la misma acción, como cuando las novias se arrastran a lo ancho de la cama, la que se repite en diferentes noches de boda, mientras simboliza la enfermedad del protagonista.)

Hay también un elemento de exhibicionismo a través de la personalización de su visión, ya que la película abre con ella, como Jane, siendo estrangulada y ella observa su propia flagelación, lo que se justifica por su contexto ficticio.

Ella usa el paisaje boliviano para establecer físicamente el aislamiento, después de habernos familiarizado con un escenario urbano, lo que solo enfatiza el aislamiento que conduce al homicidio, y, fiel a lo que caracteriza a la compañía productora, de manera breve pero perversamente, usa la iconografía católica.

Emplea colores primarios de manera efectiva (usando sabanas con colores estrictamente coordinados) y, en su descripción de un jardin privado que se convierte en el lugar del descanso final de su personaje, al sugerir que Jane es enterrada viva, intrépidamente apunta a la necrofilia.

Su visualización, por medio del uso de una bolsa de plástico que extingue la respiración, contiene una gran fuerza dramática y al mismo tiempo evoca a otro fetiche especializado, la asfixia erótica.

Hesketh está bien servida y habilitada por la excelente, si bien tranquilizadora, narrativa convencional, el montaje de Jac Avila, que mantiene un paso vigoros y entretenido, sus cortes se adhieren a conceptos cinematográficos establecidos para el tiempo en pantalla. La banda sonora de Brad Cantor y La Negra Figueroa construyen la tensión hipnótica y seductivamente, incluye un instrumental en mandolina, y, mientras usa una canción antorcha a modo de comentario, nos recuerda con fuerza a Bracelet.

El casting hecho por Hesketh y Avila, junto a Roberto Lopez, como productores, juega con la fuerza de cada actor.

En el papel de la desventurada Soledad, Mila Joya expresa la preocupación y vulnerabilidad que se incrementan en una víctima, muy mujer, una que desobedece las ordenes y paga el precio, mientras que su predecesora en la muerte, Annabelle, Veronica Paintoux, identificada por su parasol en taquifrafía visual, retrata la agonía con una inquietante y creíble autenticidad.

En papeles más breves, como Maga, Paole Teran es prontamente apuñalada y estrangulada al momento que deja el micrófono, mientras que como Agatha, Erika Saavedra ve sus deseos hechos realidad cuando pasa el “resto de sus días aquí” sin darse cuenta de lo breve que será su vida. Ella encuentra que ser atada en el dormitorio es excitante (“me gusta”) sin saber el propósito verdadero, después de reafirmar la dialéctica Madre y Puta de la cultura occidental cuando pregunta a Barbazul si prefiere la pinturas de la Cazadora o la Virgen.

Como Paul, Erik Antoine siempre está de mal humor y es difícil de complacer.

Los papeles del mayordomo de Barbazul, Walter, y hermana de Soledad, Ana, merecen una mirada más cercana, porque, interpretados por Roberto Lopez y Mariela Salaverry, sugieren que el ciegamente servil Walter asumirá la función dominante de Barbazul, una vez que Barbazul sea despachado por Ana, quien, se infiere, tomara el lugar vacado por Walter. Lo muy significativo es hasta que punto se reflejan las convenciones del BDSM donde los Sumisos se gradúan al papel del Dominante.

El papel más interesante, que de otra manera sería un rol desechable, el de Jane, es asumido por la misma Hesketh. Es el auto retrato de la Artista Como Masoquista, esposada y azotada, una chica ficticia que quiere que le den “más fuerte”, una que termina enterrada bajo la mugre. La asignación de éste papel a si misma es transparente.